El Premio Nobel de Física 2025 marca el inicio de la era cuántica
En un año decisivo para la ciencia, el Premio Nobel de Física 2025 no solo reconoce un avance extraordinario, sino que también marca el inicio de una nueva era tecnológica.
En el artículo que presenta el Ing. Edgar Castro, director del Instituto de Investigación de Ciencias de la Tierra y Astronomía, se explora el profundo impacto del trabajo realizado por los doctores John Clarke, Michel Devoret y John Martinis, cuyo estudio sobre la tunelización cuántica y la cuantificación de la energía ha abierto la puerta a posibilidades que hace apenas unas décadas parecían ciencia ficción.
Más allá de su complejidad teórica, este descubrimiento sienta las bases de una revolución que transformará industrias enteras —desde la medicina y la energía hasta la inteligencia artificial— en los próximos 5 a 10 años. Esta lectura es una invitación a comprender por qué la física cuántica ha dejado de ser un concepto abstracto para convertirse en el motor del futuro.
Importancia del Premio Nobel de Fìsica 2025
Por: Ing. Edgar Castro
El Premio Nobel de Física 2025 fue otorgado a John Clarke, Michel Devoret y John Martinis por demostrar que fenómenos cuánticos conocidos, como el efecto túnel y la cuantización de energía pueden observarse y manipularse en circuitos eléctricos.
Este logro abre un puente entre la física cuántica y el mundo tecnológico, acercando lo que antes parecía inalcanzable.
¿Significa esto que mañana tendremos computadoras cuánticas en casa? Todavía no, pero estos avances representan los cimientos que harán posibles nuevas tecnologías, por ejemplo, en los próximos 5 años, seguiremos viendo desarrollos en sensores cuánticos y en comunicaciones seguras basadas en la mecánica cuántica.
Un sensor cuántico es un dispositivo que aprovecha fenómenos de la superposición, el entrelazamiento o la cuantización de energía, para medir algo con mucha precisión.
En 10 a 15 años, algunas aplicaciones de la computación cuántica podrían resolver problemas que hoy son imposibles para los supercomputadores clásicos, especialmente en química, nuevos materiales y optimización, por ejemplo diseñar nuevos medicamentos personalizados en cuestión de días, simulando interacciones moleculares imposibles para los supercomputadores clásicos. Esto abriría la puerta a curas más rápidas para enfermedades complejas como el cáncer o el Alzheimer.
Otros ejemplos, en logística, reorganizar en segundos las rutas de millones de camiones, barcos o aviones para minimizar costos y consumo de energía. En Finanzas, optimizar portafolios y detectar fraudes en tiempo real en sistemas que hoy requieren semanas de cálculo. En Climatología, mejorar la predicción climática y la distribución óptima de redes eléctricas con energías renovables.
La simulación del comportamiento preciso de materiales superconductores a temperatura ambiente para fabricar nuevos que revolucionarían la energía, el transporte y la electrónica. Descubrimiento de aleaciones ultraligeras y resistentes para aviación y exploración espacial.
En 20 años o más, podríamos hablar de tecnologías cuánticas de uso extendido y cotidiano, verdaderamente “al alcance de la mano”.
El Nobel de 2025 no nos entrega las aplicaciones inmediatas, pero sí marca un punto de no retorno: la mecánica cuántica ya no es solo teoría, sino la base tangible de la próxima revolución tecnológica.
 
				 
		 
                                        
 
																
																
															 
																
																
															 
																
																
															 
																
																
															 
																
																
															